Comprender en profundidad la obra de algunos escritores posibilita una aproximación comparatística, sin la cual no se podría analizarlos en su verdadera dimensión y complejidad. Cuando estos análisis implican el estudio de tradiciones ajenas a las del autor o autora en cuestión y “operan, por tanto, a través de las barreras linguísticas” (Prawer, 1998: 23), nos introducimos en el dominio clásico de la literatura comparada. Dado que Victoria Ocampo, singular personalidad de la cultura argentina del siglo XX, fue simultáneamente escritora, editora, traductora y mecenas, consideramos que una aproximación comparatística otorgaría una nueva dimensión a su obra. Luego de su muerte, acaecida en 1979, la editorial Sur, por ella fundada, comenzó a publicar los seis tomos de su Autobiografía, que figuraron entre los libros más vendidos de entonces (los tres primeros volúmenes se agotaron rápidamente). Poco después, su vida, su obra, y, específicamente, su autobiografía y los diez tomos que reunieron sus Testimonios comenzaron a ser analizados profusamente. Sin embargo, salvo excepciones, no se trata de estudios comparativos. Esto llama la atención, ya que entendemos que, en su caso, se hace necesario este enfoque entendido incluso desde una perspectiva tradicional. Perspectiva basada en el estudio del contacto literario entre autores, descripto en términos de influencias, y poniendo énfasis en este tipo de relaciones, lo que Romero López caracteriza como el “antiguo paradigma en literatura comparada” (1998: 14). La encendida admiración de Victoria Ocampo por la obra y personalidad de Virginia Woolf, y las numerosas ocasiones en las que escribió sobre ella nos plantearon la necesidad de estudiar en profundidad esta relación, no ya desde un aspecto estrictamente personal, sino abordando los textos de ambas escritoras.